sábado, 12 de abril de 2008

Mi colegio sigue siendo transmisor de cultura

Cuando los alumnos aprenden en algunas asignaturas de Letras la labor de la Iglesia en la Edad Media en el campo de la Filología y, de manera mas concreta en el de la transmisión de los textos, acaban asumiendo que ésta resultó fundamental para el posterior avance del Humanismo del siglo XV.

En efecto, comenzaron los primeros monjes a las órdenes de San Benito de Nursia en el siglo VI y más tarde cogieron el testigo órdenes como Cluny o el Císter en el siglo XI. Tras este impulso y la aportación de otras instituciones, como fue por ejemplo la Escuela de Traductores de Toledo, la sociedad de los siglos XIII y XIV podía jactarse de tener en su seno toda la sabiduría y el conocimiento del mundo antiguo, que a la sazón, era precisamente el cimiento que necesitaba Europa para poder reconstruirse por dentro.

Todo este trabajo de recolección, procesamiento y documentación tuvo sus frutos en uno de los movimientos o revoluciones más importantes de la Humanidad (algunos estudiosos consideran que no ha habido otro más trascendente): el Renacimiento. Lo sembrado en los siglos anteriores por toda Europa se recoge con creces en el siglo XVI. No hubo disciplina artística, campo de conocimiento o ámbito alguno del saber que no se viera influido por este movimiento. Todo en ese tiempo rezumaba vida nueva, mundo nuevo, espíritu nuevo: la literatura, las artes, la ciencia, la política, la filosofía…Se tomaba como punto de referencia la cultura grecolatina (eterna matriz latente de la cultura occidental) y se reafirmaba la capacidad del hombre para alcanzar cualquier punto del circulo, símbolo en aquella época de lo infinito (la famosa pintura de Da Vinci).

No en vano algunos estudiosos afirman con rotundidad que los movimientos, corrientes y tendencias posteriores no han sido otra cosa que ondas lejanas de esa revolución.

Pues bien, nada de esto se hubiera llevado a cabo sin aquella labor silenciosa, humilde y sumisa de los monjes de la Edad Media que, como si se tratara de auténticos visionarios, tenían una enorme fe en que, transmitiendo en códices toda la Cultura Clásica, algún día esa tarea iba a ser de gran utilidad.

En la exposición, que el Departamento de Lenguas Clásicas del Colegio Inmaculada Jesuitas de Alicante presentó en el mes que sirvió de clausura a los actos del Cincuenta Aniversario de dicha institución, se pudieron contemplar verdaderas perlas filológicas: una edición de Aristóteles del siglo XVI, un ejemplar de Santo Tomás de Aquino del mismo siglo, varios tomos de Cesar, Quintiliano o del mismísimo Cicerón del siglo XVIII, hasta incluso un Diccionario histórico, poético, geográfico de un desconocido Carolus Stephanus del XVI. ¡Ya quisieran muchas universidades o bibliotecas del mundo tener lo que se exhibió!

Se puede decir con todo el orgullo del mundo que los alumnos del Bachillerato de Humanidades del centro han sido protagonistas principales en el Cincuentenario de esta exposición: revisaron todo el material bibliográfico de la biblioteca del colegio y se entregaron a una dura labor de selección. Ellos, hoy y aquí, también pueden decir que, rescatándola del polvo, presentaron de nuevo al mundo la sabiduría y cultura del mundo antiguo.

Finalmente, desde aquí, el Departamento quiere dar las gracias a la persona que sin duda nos ha facilitado la exposición, cediéndonos los libros: ¡Gracias, padre Gallach! Usted también, como antaño, procesa de manera detallada, precisa y exacta todo libro que le viene a las manos. Su labor monacal sigue siendo visionaria.


Y mi colegio sigue siendo transmisor de cultura ¡que sea por muchos años!

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